24 marzo 2006
LA MUERTE ESE GRAN MISTERIO
LA MUERTE ESE GRAN MISTERIO
No existo desde siempre y no existiré para siempre, es una doble constatación que a lo largo y ancho de la civilización humana ha estado presente, exigiendo una respuesta y una comprensión que ayude a aclarar el gran misterio de nuestra vida. La realidad de la muerte siempre ha generado inquietud y cuestión entre los hombres y todavía más cuando es el otro amado quien ha experimentado ese momento; la muerte, aquí adquiere un significado trágico que de ninguna manera, es una situación mala, sino que hace evidente que los otros, aun cuando sean lo más querido para mí, no son eternos, ni yo mismo soy perenne aun cuando esta sea una aspiración muy humana.
Lo cierto es que la muerte, no es un simple problema, es algo todavía más crucial, imponente e incluso angustiante, es a fin de cuentas un misterio y es que problema y misterio no es una distinción superficial sino que las categorías poseen una diferencia realmente profunda; un problema exige de mí una solución que no compromete algo serio, además, que me da posibilidad de mantenerme objetivo y separado en cierta manera, pero un misterio, tiene una exigencia más radical y más comprometedora, la respuesta o solución que se ofrezca, es al mismo tiempo una respuesta y una solución al misterio de mi propia existencia, lo que se pone en juego realmente es la posición de toda mi persona, de todo mi andar, incluso de todo mi futuro. Otra nota no menos importante del misterio es que todas las conclusiones siempre quedarán chicas, incompletas, insatisfactorias, siempre habrá lugar a mayor profundización, a nuevos caminos.
La muerte como misterio, se presenta en varias experiencias de nuestra vida, comenzaremos diciendo que la muerte real que resulta de la inactivación de toda nuestra persona, sólo la experimentamos en los otros, y que no ha existido alguien de entre nosotros que habiendo pasado por este umbral, real y totalmente regrese a platicárnoslo; por otra parte esta experiencia en los otros nos revela que mi vida tiene el mismo destino, es quizá una de las pocas seguridades, por eso, desde que cada uno de nosotros comienza a vivir, comienza también a morir, experimentamos el acercamiento del final, porque de alguna manera y en algún tiempo impredecible, la muerte hará su visita obligatoria también en mí. Existen otras vivencias de muerte que son igualmente estrujantes como la presencia de la enfermedad, así como también la violencia sufrida por los seres humanos que los convierte en oprimidos, marginados y explotados. Estas experiencias del misterio producen inevitables preguntas como ¿A donde voy? ¿Y después de aquí que? ¿Existe vida después? ¿Todo acaba aquí?, ya hemos analizado mas arriba la manera constitutiva en que se hayan incrustadas estas preguntas en el ser y estructura del ser humano.
En un intento de comprensión y un vislumbre de solución nos atrevemos a decir que el misterio de la muerte sólo se trata y ha sido tratado desde dos trincheras: desde Dios y la fe, y desde la vida y reflexión de los que no creen en Dios, es decir desde el ateísmo, la respuesta a la muerte desde el ateísmo, tendrá como sólo instrumento la razón humana, y aunque la razón nos clarifica de alguna manera, muchas realidades, esta, no lo hace del todo. La muerte como expresión del mal es un caballo de batalla con el que se sustenta el alegato de los ateos con la fe y con Dios, y sin embargo cuando se responda algo sobre la muerte los “sin-Dios” terminarán definiendo y describiendo la vida y al hombre mismo como una pasión inútil, y a la muerte como un acto brutal. Por el contrario el creyente quien sin renunciar a las exigencias de una respuesta razonable, posee además los lentes de la fe, que ofrecen luz y caminos nuevos, porque es el Amor, quien en definitiva sostiene cualquier afirmación de fe. Dios es amor y por amor creó el mundo(Gn 1-2), por amor entabló relación con los hombre, por tanto amor entregó a su Hijo unigénito (Jn 2,), tanto fue su amor que lo resucitó confirmando su vida y ofreciendo el mismo destino, ese destino-patria que se nos ha dado desde el principio a todos los hombres, . Desde la fe, la vida humana adquiere una dimensión mas global, el proyecto humano no termina con la muerte, sino que es la posibilidad que se da la misma vida a seguir viviendo, la muerte pertenece a la misma vida. La fe cristiana teniendo una irrenunciable esperanza y optimismo nos hace mirar la muerte como el verdadero nacimiento del hombre[1], es el momento culmen de toda una vida que está continuamente en parición, como ahondaremos mas adelante.