03 febrero 2007

COMPARTIENDO Días previos y las primeras impresiones...

Días previos
Los días 24 y 25 de enero tuvimos las celebraciones de la conversión de San Pablo en el centro que tiene el mismo nombre. Disfruté el pequeño taller sobre san Pablo con las doñas y la celebración del mero día 25. Ahí comencé a despedirme de aquella gente hermosa que está intentando comprender en comunidad el proyecto de Jesús y construir su Reino.

Viernes 26 habíamos programado un pequeño concierto con el grupo Mixtli para presentar el trabajo que preparamos durante el último mes. Pero hubo una fiesta preparada por los grupos de la comunidad donde compartimos la música y los chistes, la comida y el dialogo comunitario. Cuantas cosas hermosas siembra el Señor entre la gente que se quiere. Los jóvenes me regalaron una carta muy bonita que conservo. Se prepararon muchas botanas para todos los que fueron. Claudio y yo nos dimos cuenta de lo grande que es nuestra familia, es decir, con los que hemos podido hacer lazos de cariño y confianza. Fue una noche inolvidable, por lo menos para mi. Al principio creí que la multitud era para el concierto pero luego descubrí que nos acompañaban a Claudio y a mí por esta nueva etapa.

El fin de semana 27 y domingo 28 me quedé en Pitiquito para celebrar la Eucaristía con esta comunidad que me ha regalado su cariño. Tuve oportunidad de estrechar la mano amigable de muchos y muchas. Me conmovieron las lágrimas de algunos y algunas, y yo mismo hice un esfuerzo enorme por contener mi emoción por la despedida.

La partida
Lunes 29 nos levantamos tempra para ir a desayunar en casa de Toñete y luego terminar algunos detalles para no dejar nada pendiente (que ilusos, todo me queda pendiente: la gente, el proceso comunitario, la amistad, el agradecimiento, el futuro...)
Fuimos a algunas casas a despedirnos y a la una partimos para Atil y luego a Nogales.
Fue un viaje agradable donde como en muchas ocasiones estuvimos rumiando muchos acontecimientos que han ocurrido y nos han ocurrido. Yo sentía que dejaba el alma en aquel pueblo. Ya esto la había sentido el día que me fui de mi casa al seminario. Los cambios han sido dolorosos para mí. Ahora era partir a Guatemala cuatro meses y medio y después una incertidumbre que me deja en la angustia.
Después de algunos mensajitos por teléfono nos dispusimos a cruzar la frontera. Era la primera prueba con el Imperio. De momento me paniquié, porque alguna vez no entregué un permiso y luego pensar -¡¿y si no me dan permiso?! Desde luego yo llevaba hasta las huellas que hacemos en el kinder para comprobar mi residencia. Dejamos el carro en la Parroquia de la Purísima y fuimos al departamento de permisos. Llegamos y a hacer fila. Mi pensamiento oscilaba en la gente que dejaba de ver: mi familia, mis amigos, los chamacos y el temor que me imponía la prepotencia gringa.
Hicimos fila un buen rato y justo cuando nos tocaba el turno el pinche gringo se fue a lonchar: salió con una bolsita, entro a una oficina del supervisor y luego salió hacia fuera. Nos tuvo como media hora, ahí me fije en los sistemas contra incendios en los letreros, en los nombres de los oficiales, en sus pistolas, en la gente detrás de mi. Mis documentos les di como tres revisadas más para ver si no me faltaba, platiqué con Claudio. Por fin llegó el güero y nos hizo pasar.
-¿A dónde van?
- A Phoenix. -¿a que?
– Él va a viajar a Guatemala y voy a dejarlo al aeropuerto.
- Está más cerca hermosillo ¿Qué no?
- Hijo de la chingada –me dije yo-
- Si pero aquí es más barato –dijo Claudio-
Me dispuse a sacar cuanta copia traía, hasta la foto de la primera comunión y comencé a desfajarme para que vieran que no estaba circuncidado. Y lo demás transcurrió como la ley gringa: ponga un dedo aquí, el otro y luego la fotito y ya. No me pidió nada el cabrón. Nos fuimos lo más rápido que pudimos para que no se arrepintieran.

Fuimos por el carro y al momento del cruce con la canción que ibamos oyendo le dije a Claudio –Tú que eres poeta ¿cómo formularías este momento? A lo que él rapido armó una frase que me emocionó -¡Estamos penetrando el imperio de la mano de una voz rebelde! Y siendo congruentes con nuestra intención, pélale para el Wall mart (jajaja) para hacer unas compras de última hora. Y luego para Tucson. Llegamos como a las 9:30 p.m. y en lo que duramos buscando un hotelito barato se nos llegaron las 10:30 p.m. dejamos el ropero que llevaba de maleta y a buscar comida. Todo estaba cerrado ya. Llegamos a un lugar donde vendían alitas de pollo enchilosas y apenitas tragamos algo y fierro pa’ tras.

Martes 30 de enero. Nos levantamos tempra para ponerle a Phoenix y llegar con tiempo al Aeropuerto. En Phoenix llegamos a casa de la hermana de Claudio y fue la capacitación para navegar por la capital de Arizona y así llegar al enorme aeropuerto. Llegamos a las 11:00 y cacho allá e inmediatamente a registrar el equipaje y fue otra prueba que me atemorizó por las inspecciones que pudieran impedir llevar algunos recuerdos.
La señorita que nos atendió miró el ropero y peló tamaños ojos y dijo en su deficiente español eso está muy pesado - ¡a la madre! –pensé yo- La pusimos en la bascula y su rostro mostró desaprobación, -¡no, no pasa! -¡Chingale! –dije a mis adentros- Ella inmediatamente se puso en acción y me trajo una nueva maleta y me dijo que una tenía que pesar 50 libras y la otra 40. Y así me dispuse a vaciar cosas de una a la otra. Me dio pena tener que sacar, los dulces de tamarindo, el frasco de chiltepines molidos, algunos pantalones, efectos personales de limpieza, mis tenis, una gorra de pitiquito, una botella de tequila, un paquete de discos compactos, mis medicinas, no saqué la Biblia por que esa si la devuelvo con el Claudio. Y Cuando él (Claudio) me vio sacar un morral me dijo –¡¡Vas a llevar estampitas a Jerusalén!!- y así que ese no me lo llevé. Estuvimos realizando lo políticamente correcto hasta que calibramos los pesos según las indicaciones. Créanme que me puse a sudar. Inmediatamente después de eso pusieron nuestras etiquetas, me cobraron mis respectivos 40 dólares por no querer extrañar mi tierra (ya ni la chingan, estos lucran con el dolor ajeno), y a la banda y yo -¡uff! suspiré porque habíamos pasado la otra prueba.
Ya Alfredo, mi otro compañero, nos estaba esperando con su familia y para eso ya mis tripas se habían pegado a la columna y lo que seguía era buscar un lugar donde tragar, pero había solo una pequeña tiendita que vendían chuchulucos y tortas desabridas opté solo por un juguito. Ahora a esperar hasta la 1: 30 p.m. para entrar en la sala interna de abordaje.
Llegó la hora como irremediablemente llega y Alfredo se adelantó y yo me quedé con Claudio y cuando éste se alejó, de momento me quedé solo y, de nuevo sentí que se llevaba mi alma y yo era un robot que se movía a un destino programado.

El viaje
Entramos a la fila para checar el boleto de abordar, otra vez el corazón me palpitó con fuerza. Ya no estaba mi “traducidor”, como dijo un señor de Santa Matilde y ahora con mi ingles nuevo, porque casi no lo uso, me dispuse a enfrentar al imperio con su prepotencia.
Primer chequeo, revisión de pasaporte y pasaje y fierro pa delante. Luego en la otra fila a quitarse los zapatos y todo lo de metal. -¡Pinche piso frio!- balbucie con un perfecto español. Me toco el turno, pasaron las cosas por la madrola de rayos X y cuando me iban a revisar el cuerpo, un chota gringo del otro lado de la rayox madrola, empezó a gritar: de quien es esto? y era mi compu, yo desde atrás empecé a gritar en tremendo lenguaje anglosajón “its main” no me entendieron porque no pronuncié la apostrofe. Si hubiera dicho “it’s mine” quizá hubiera sido otra la historia. En eso estaba cuando un viejito cara dura me dijo -¡You here! A lo que me apuntaba a un cuartito de cristal sin techo y abrieron la puerta y me preguntó –Do you speack english? y yo le dije –No. Me preguntó cuales eran mis cosas y las recogieron y me llevaron a otro cuartito donde me revisaron profundamente, le quise decir, que primero fuéramos a tomar una copa, pero no me quise exponer a lo peor. A mis cosas las revisaron y les pasaron un trapito, como los que se usan para limpiar lentes pero más pequeño, y luego los pasaron por una maquina como de las que usan en CSI Miami y al ratito me dieron mis zapatos y yo a punto del catarro me dije -¡que mamilas estos cabrones! De repente oí que dijo una señora –It’s clear y me dije a mi mismo -¡que te cuesta pronunciar la apostrofé cabrón, mira en que líos te metes!
Me puse mis zapatos nuevos que me regaló mi a má de la Coppel con olor al talco O-dolex y a seguir la ruta. Llegamos a la sala (gate en ingles, el único gate que conocía era el PEMEXGATE) y a esperar con ahínco que abrieran la puerta para salir como el “pajarito” (el toro aquel que voló, ¿se acuerdan?). Se llegó la hora y el último suspiro me salió sin pedirme permiso (y no era un pedo, que quede claro).

Llegamos al asiento que nos tocó en el avión de la compañía “continental” (pero con acento en la i) y cuando ya estábamos los tres vecinos me sentí como en los camiones de “Trastornos Muerte de Sonora”, pues para poder respirar había que quitarse una prenda de ropa y ponerse de acuerdo con los otros dos (yo iba en el 7 E en medio). El viaje duró dos horas y ratito, (no se a que altura anduvimos pero duró más de media hora en ir bajando y para eso pasamos dos capas de nubes) y tuvo tres momentos, uno muy leve donde intenté dormir, otro donde me fui leyendo y otro donde intenté platicar con la gringa que iba a mi izquierda, pero me mandó a la goma cuando oyó que no pronunciaba la apostrofe.
En un ratito que despegué la mirada de un libro de Leonardo Boff que tenía pendiente (me dije en una creatividad tremenda, originalidad sin igual -¡voy leyendo en un avión del imperio de la mano de un hombre rebelde!) y en eso pasó una señora de las que se llaman “sobrecargos” ofreciendo unos audífonos y me dije - ¿Qué es esa madre? y le llamé y me dijo –Do you speak english?- y yo le dije –No- y me dijo como pronunciando el oráculo de Delfos –Son cinco dineros- me sonreí a mis adentros y me dije -¡no mames! a lo que traducido a “res expresa”, como dirian los medievales, le dije –No gracias. Los audífonos eran para oír lo que en el televisor aparecía: una de esas series mamilas gringas.
Llegó el momento más esperado del viaje: la tragazón, como diría el buen Félix Palencia; pasaron las señoritas con su carrote por el centro del avión diciendo no se qué a lo que traduje con intuición husserliana: que si que queríamos. Yo le dije –Do you have beerrrrrrrr? Y me dijo –ehh?-; - Beerrrrr- le dije yo. Y creo que me dijo que no. Y pensé a mis adentros -¿Cómo se dice “Coffe and donas” en ingles? Y a lo que en actitud dialogal terminé nuestra fecunda conversación diciéndole “couck” con do de pecho. “Ni modos” el primer viaje en avión que no tomo una cool beer bien helada. Me dije -¡Por esta vez el imperio ganó!
Nos dieron una bolsita pichurrienta de galletitas saladas, esas que parecen llaves de lucha libre. Me comí mis cuatro galletitas y a seguir leyendo.
Llegamos a Houston, Texas, y en cuanto paró el avión todo mundo se levantó de estampida y me dije: -¡no era yo, el único, que no podía respirar!
Nos bajamos rápido, y la esperanza que teníamos de ensanchar el abdomen con aire y comida de disolvió pronto al ver que algunos compañeros en pro de la lucha por el oxigeno del avión anterior estaban haciendo fila en la sala del otro avión. Nos acercamos y preguntamos a un grupito de viejitos parlanchines ¿que si que pedo? Me habló de una manera tal que yo concluí, ¡este pobre o tiene hemiplejia, o Alhzeimer y se le olvidó hablar! Luego rápidamente carburé y le dije en mi ya calentado ingles –Do you speak english- (ahí no usé apostrofe ¡gracias a Dios!) y me dijo –Frensh-
Me acerqué a uno de los atendedores del mostrador ¿que si que rollo? y me dijo –es para checar sus permisos y pasaportes y abordamos en 15 minutos. Rápidamente hicimos lo correctamente posible y nos fuimos a buscar algo para apagar lambre que nos mataba. Llegamos a unas hamburguesas y cuando toco el turno le dije entrado ya en rápido ingles –Number one- y me contestó –With Cheese- y le dije -¡se, se, se! y dialogué conmigo mismo -¿Qué son 45 centavos más? A la hora de pagar me dijo el negrito que me atendió – Fa ei- Por poquito le decía: -no, yo no canto en Fa, mi tesitura de voz me pide cantar en La o en Re- pero ya traía el cerebro a 100 grados centígrados y rápidamente le saqué 5 dólares con 25 centavos y nomás los cogió, me devolvió mi cambio y no hubo más pedo. Nos comimos la hamburguesa en 5 minutos y luego fierro para hacer fila pal otro avión.

Ya estando en el otro avión, que no era diferente al anterior en cuanto a la lucha por el vital gas, nos fuimos más holgaditos porque no había un tercer pasajero. Pasó la sobrecargo entregando audífonos como cuando pasan los muditos en los camiones entregando una hojita diciendo que no hablan y que necesitan una ayudita. Y me dije –¡a mi no me chingan!- y no los abrí hasta no asegurarme que estos no costaban 5 dineros, --¡si 5 dolares es un chingo, 5 dineros ha de ser más!- inferí. Estos eran para oír el audio de una hermosa y maniaca película llamada “La casa del Lago” con la preciosa Sandra Bullock (mamacita).

Pasaron con unas hojitas que teníamos que llenar para migración de Guatemala y para la aduana. Las llenamos y luego vino la cena que consistía en una torta de Turcky y una ensalada. A la hora de la bebida, no quise perder otra oportunidad y vino la misma pregunta -¿Do you have a beer?- a lo que ella contestó afirmativamente, entonces yo entoné un mantra estilo negro espiritual -¡yes!. Pero antes de servírmela me dijo –Cuesta 5 dólares. Ciertamente nos habían regalado los audífonos pero que forma tan vil de cobrárnoslos.

La llegada
Y así llegamos a Guatemala a las 10:10 p.m. (habiendo salido a las 2:30 de Phoenix) como teníamos previsto. Aquí los pasajeros no saltaron como si se tratara de la silla eléctrica. Pasamos los pasillos adornados con fotos muy bonitas de lugares y expresiones de la cultura guatemalteca. Llegamos a emigración y la chica que me atendió no levantó la mirada solo puso un sello en mi pasaporte. El primer sello en mi larga vocación de peregrino apenas iniciada. Y luego a recoger las maletas. Nos paramos en la primera banda y allá afuera vimos que unos compas le echaban un xprei a algo de la misma (banda) y terminaron diciendo en bello acento guatemalteco, -por la otra caballero-. Nos pusimos en la otra que era la última y a los 10 minutos comenzaron a rodar las bandas. Pasaron las primeras maletas y muchos recogieron las suyas y había unas bolsotas de mezclilla que dieron como 5 vueltas (eran de ropa de fayuca me imagino yo) y las nuestras ni sus luces. Luego se paró la banda y dije -¡mmmta madre! otros 10 minutos y comenzaron a rodar. Al fin aparecieron los sarcófagos de Tutankamon y de momento me volvió el suspiro acompañado de palpitaciones al volver la mirada hacia el agente aduanal. Cargadas mis dos maletotas, mi mochila y mi compu, me dispuse a ir a su encuentro y éste solo me recogió un segundo papel que habíamos llenado y fierro pa lante.
Los siguientes pasillos estaban adornados finamente de pobreza y olvido. ‘Tan mejores las centrales de autobuses de nuestros pueblitos de Sonora que el aeropuerto internacional de Guatemala. Ya hasta creí que me dirigía a las celdas de barandilla del ayuntamiento.
En eso al encontrar la salida, a lo lejos vi a un señor bajito y simpático que tenía un letrerito que tenía una cruz y decía en mayúsculas ICE – CEFAS, -¡ya chingamos! Era Eric, taxista enviado por los del curso para recogernos. Platicamos, le hicimos preguntas, nos llevó a comprar algunas cositas. Le preguntamos el tipo de cambio y al fin llegamos a nuestro destino. A una bella casa ubicada a 19 Km. del centro de Guatemala. Y aquí estamos... Creo que me está llegando el alma a retazos.

Nos vemos luego.
MIKE

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De autores que han dejado mucho en mi proceso