24 marzo 2006
SOBRE LAS VIAS
Este es un articulín que escribí alguna vez pensando iniciar una columna en algún periódico que me aceptara. Es un tema que me apasiona. El hombre que en su esencia es "viador" como le traducen a Gabriel Marcel, es caminante, peregrino en su tierra. Además las vías me recuerdan al famoso barrio del ferrocarril de mi amado Agua Prieta, me recuerdan al tren que religiosamente pasaba dos veces al día en mi queridísimo Fronteras y que ahora me provoca algún tipo de nostalgia a divisar en la Estación, un ejído que se formó en la estación del tren construido a las afueras de Pitiquito para la empresa Anderson-cleyton que solo empobreció el campo en aquello años del oro blanco (algodón). Y además siempre quise tener un trenesito. Y hay una parabola de Leonardo Boff que habla de la gracia y que utiliza la figura del tren para compararla con el amor de Dios y la vida que el nos regala. Se valen sus críticas
SOBRE LAS VIAS
El ser humano tan lleno de misterios maravillosos y complicados en los que se haya introducido el mismísimo problema del mal es un ser que siempre se encuentra en camino. Esa es su condición, esa es su necesidad. Siempre en camino, siempre yendo hacia delante, siempre fraguando metas que tarde o temprano se convierten en principios para otras más altas. El hombre y la mujer que dejan su “andadura” olvidan su propia naturaleza y se convierten en menos de lo que han sido proyectados.
Peregrinos, siempre peregrinos es lo que descubrimos que somos todos los que poseemos corazón que late al estilo humano sobre todo cuando nos enfrentamos a ese ineludible trance de la muerte, sobre todo el de los seres que más queremos. Un día nos llegamos y un día irremediablemente nos iremos, pero habremos dejado un camino que solamente cada sujeto hubo forjado, lleno de sorpresas y decepciones, lleno de compañías y complicidades, lleno de pasiones y mediocridades, lleno de amor e inhumanidad. No por algo cuando nos enfrentamos al fracaso recurrimos a la imagen de la "piedra en el camino" para describir la capacidad de seguir adelante que todo tenemos al andar. Cuando el educador se apresta a formar en los valores al estudiante, sabe que cada joven “tiene su ritmo”, que cada quien tiene su “paso” que no se puede infravalorar sino asumir y promover con el fin de conducirlo a la “meta”, “a su meta”.
Gabriel Marcel, filosofo frances, existencialista y activista de la paz, llamó al ser humano “homo viator”, es decir, el ser que por su esencia va sobre las vías que le presenta su existencia. Andar, crecer, progresar son algunas de las muchas formas de llamar a la situación a la que ha sido invitado lo humano en su estar-en-el-mundo. En el espíritu del sapiens se encuentra un irresistible impulso de “ser-mas”, de “dar-mas-de-sí”. Él es el agente de su vida, es el autor y el actor que inventa y reinventa libremente, que se conduce en busca de la verdad y la belleza.
El mundo siempre será como un gran tren que camina hacia un destino que solo los que van dentro definirán, pero al que sencillamente todos llegarán. Este tren nos invita a plantearnos la actitud con la que viajamos, si vamos tristes sin fijarnos en el paisaje, si vamos sabiendo que no estamos solos, si vamos hacia los últimos vagones creyendo que a fuerza ir contrariando el tren éste se detendrá. Este tren es también Dios que nos lleva a todos hacia Él y con Él, y que admite a todos sin previo pago por que es una invitación gratuita y sin reservas.
Sin duda, pues, sobre las vías, como reza el titulo del presente texto, es la localización en la que se encuentra nuestra existencia, en ellas nos encontramos y nos sentimos convocados a un proyecto que se construye hoy en claroscuro y que mañana brillará con toda su frágil fuerza. Sobre las vías habla de la tensión en la que nos hallamos al comprobar que nuestros sueños no siempre son comparables a la lentitud de nuestra “andadura” por conseguirlos. Sobre todo, “sobre las vías” nos invita a pensar seriamente que en el camino si algo esta mal quiere decir que aún no es el final.
