21 junio 2006
GUEVA METAFÍSICA II
(leer antes el escrito del 04/04/06)
LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER
Milan Kundera titula así uno de sus libros que la verdad me causó conmoción y que habla de lo más humano que tenemos entre otras cosas, la gravedad de nuestras decisiones en el gran teatro de la vida donde nuestro papel se desarrolla sin ensayos sino cada elección nuestra es nuestra gran premier. Kundera comienza esta gran novela llena de reflexiones existenciales citando a Nietszche con su “eterno retorno” en el cual cada una de nuestras andaduras es repetición histórica de un antes y un después, ante esta posibilidad no hay que preocuparse, sin embargo nuestra vida no es tal sino que además de lo irrepetible de nuestro ser lo son también nuestros entronques existenciales. Y ante esto hace una nueva cita de un filosofo de la Grecia antigua para sopesar su meditación sobre ¿que es mejor la “pesadez” o la “levedad”? El mito del eterno retorno pondría una pesada carga sobre la espalda de los hombres que tienen el deber de realizar las mejores elecciones del pasado y colocarse como la mejor posibilidad para ser realizada en el futuro, en el eterno retorno nitzscheano, ser un modelo historico es una pesadez insoportable a nuestra vista superficial y tambien para la escudriñadora; queda pues valorar como la contraparte de la irrepetibilidad y de lo “feliz” de nuestras aprehensiones de lo real como “levedad”, si el eterno retorno es pesadez lo irretornable es levedad. Sin embargo aunque parezca mejor la levedad esta se vuelve insoportable puesto que se van colocando en un pasado que ya no vuelve y en el futuro que va condicionándonos. La verdad no se si estoy en lo cierto ante estas reflexiones o interpretaciones que hago de esta novela en la que Tomás se desdobla en amor por Teresa y pasión por Sabina y aparece un cuarto personaje Franz que hace de esta historia un pasaje-espejo de nuestra dramática existencial: ¿Qué elijo? ¿Por qué nuestras decisiones se vuelven tan tremendamente ambiguas y al mismo tiempo con una seriedad incalculable? ¿Por qué el amor no es tan claro y evidente como para seguirlo irrecusablemente por lo menos para algunos? ¿por qué optar por un camino nos sustrae de muchos otros?
Nacimos para no ser libres de nuestra libertad y ante ello la realidad nos impone el deber de crear nuestra postura y nuestra obligación de optar por posibilidades que después de ser “poder-ser” se hacen para nosotros “así son”. Incluso el querer no optar se vuelve una opción que da forma de realidad a nuestro anclaje existencial.
¿Por qué aparece de pronto en nosotros la gueva metafísica, es decir, esa flojera de ser o de estar? ¿por qué parece que de pronto aquello por lo que optamos con tanta ilusión y que incluso nos hizo feliz mucho tiempo parece ya que ha perdido su fuerza o su carne? Ya explicaba en el escrito anterior que podemos llamar gueva metafísica a dos realidades que son bien diferentes y que deberíamos tener claras de alguna manera: una es la depresión ocasionada por un desbalance bioquímico en el cerebro y otra muy diferente a un proceso que de pronto ocurre en nuestro proceso existencial.
Bueno pues ahora he querido comentar y explicarme un poco acerca de este último proceso y que entonces asumiremos y llamaremos “gueva metafísica” como una especie de desencanto que de pronto aparece en nuestro proceso histórico de cargar, inventar y darle forma a nuestra persona. Decía un filósofo español que nosotros somos agentes de nuestro sistema personal, autores de nuestra historia y actores de nuestra propia obra de teatro en un escenario que ya estaba cuando llegamos. Pero definitivamente, a menos que tengamos una revelación o la visión beatifica, seremos esto, en claroscuro.
Ocurre que la gueva metafísica es para mi como esta insoportable levedad del ser que aludía al principio, y que es una raíz (me parece que hay otras) de la insoportable guevedad de ser. Deseamos todo y nuestra estructura personal y social nos impele, por decir, a elegir solo un camino dejando de lado muchos otros. Vuelvo al ejemplo del matrimonio: el que se casa solo lo hace con una mujer por que su corazón no puede estar divido siempre que lo haga por amor, además de que la cultura, hablo de la occidental, nos obliga a hacerlo así. Y como esta muchas otras situaciones similares vivimos.
Cuando se está sano, lo anterior, lo asumimos, cuando existe libertad, con fuerza y alegría, y la libertad se convierte en compromiso, nos ob-liga, nos liga profundamente a lo que optamos, porque descubrimos que esta es la mejor posibilidad de alcanzar esa infinitud que anhela nuestro corazón. En pocas palabras “por que queremos”, porque queremos ser felices.
Pero cuando aparece la gueva que va mas allá de tener sueño, sino que pareciera más feliz estar siempre dormidos, es porque aparece el vértigo de haber tomado una decisión que quizás pudo haber sido equivocada.
También, esa especie de mareo que nos provoca haber tomado la vida completa desde el momento presente hasta la muerte y darle una forma de realidad querida excluyendo muchas otras opciones, aparece cuando quizá nos hacemos conciente de ello.
A veces, nos pasa como a los niños que después de haber peleado y llorado por una paleta y al estarla disfrutando, se da uno cuenta que el otro disfruta y saborea con más convencimiento la suya y de repente quiere uno esta otra. En algunas decisiones esto sencillamente no se puede.
Ciertamente es preciso estar enamorado de todo lo que se es y se hace para que la luz de las opciones que hemos tomado se revele, sin embargo, eso no nos exime que por la cochina duda el hilo se vuelva más delgado. Esto es para mi algo de esto que llamo la “GUEVA METAFÍSICA”.
Después seguiré tratando de explicarme esta realidad. Son bienvenidos sus comentarios, replicas o preguntas....
Mike