06 febrero 2010
LA MUERTE: ESE CAMINO DESCONOCIDO
La muerte siempre desconcierta. ¿pero por qué? La muerte en primer lugar se presenta como ruptura, como cancelación de todo proyecto en la vida. La muerte provoca vértigo, nos anuncia un camino desconocido, porque en realidad del otro lado nadie sabe a ciencia cierta que hay. La muerte nos convoca para despedirnos, para consolarnos, para agradecer, para encomendar, para encontrar respuestas. La muerte no pide permiso, pero si permite la despedida; ella nos llega temprano o tarde pero llega. La muerte provoca dolor para quien la contempla y alivio para quien la vive. La muerte personal nos da miedo, la muerte del cercano nos produce sufrimiento. La muerte nos colma de dudas; nos trae recuerdos buenos y malos. La muerte nos provoca coraje, tristeza y miedo, una a una y la revoltura de todo eso. La muerte es ausencia y presencia de otro modo. La muerte es imponente e impositiva. La muerte nos define como seres mortales, la muerte hace definitivas nuestras decisiones globales de la vida. La muerte se enfrenta o se acoge. La muerte revela el barro del que estamos hechos. La muerte parece lanzarnos al absurdo y a la nada. La muerte se siente como el descanso definitivo, la serenidad y la paz buscados y deseados incansablemente. La muerte es un acontecimiento que ocurrirá y que está ocurriendo aquí y ahora; un momento de la vida que, sin embargo, es proceso en el lento pasar de las horas.
Pero y… ¿qué es la muerte? La muerte es un acontecimiento, de ninguna manera un-alguien que nos visita. Este acontecimiento ocurre a todo ser vivo, sin embargo para el ser humano es al mismo tiempo algo tan “natural” como “anti-natural”. Siendo parte de la vida es extraña a ella porque, según Aristóteles, tenemos un deseo de seguir en la vida, de permanecer en la existencia. Cada religión y cultura tiene interpretaciones en el intento de “domesticar” este transe angustioso y esperado que es la muerte. Así pues la muerte no solo es un problema, ella es un misterio, es decir, una realidad que se va revelando no solo en el uso de nuestra inteligencia sino también en el compromiso de nuestra libertad. Un misterio, tiene una exigencia más radical y más comprometedora, la respuesta o solución que se ofrezca, es al mismo tiempo una respuesta y una solución al misterio de mi propia existencia, lo que se pone en juego realmente es la posición de toda mi persona, de todo mi andar, incluso de todo mi futuro. Otra nota no menos importante del misterio es que todas las conclusiones siempre quedarán chicas, incompletas, insatisfactorias, siempre habrá lugar a mayor profundización, a nuevos caminos.
La muerte como misterio no queda en la oscuridad, sino que, al contrario, nos incita a quitar la bruma que parece arroparla. El camino de la fe nos ayuda a complementar nuestras búsquedas humanas. Solamente puede ser Dios quien nos ayude a comprender este acontecimiento inevitable. El ateísmo se encuentra incapacitado de raíz para ofrecer un palabra reveladora; sin-Dios la vida termina describiéndose como pasión inútil y la muerte como un acto brutal. Desde la fe cristiana encontramos uno de los intentos más completos y hondos de acogida a todas las realidad de nuestra existencia.
Es el creyente quien, sin renunciar a las exigencias de una respuesta razonable, posee además los lentes de la fe, que ofrecen luz y caminos nuevos, porque es el Amor, quien en definitiva sostiene cualquier afirmación de fe. Dios es amor y por amor creó el mundo (Gn 1-2), por amor entabló relación con los hombre, por tanto amor entregó a su Hijo unigénito (Jn 2), tanto fue su amor que lo resucitó confirmando su vida y ofreciendo el mismo destino, ese destino-patria que se nos ha dado desde el principio a todos los hombres. Desde la fe, la vida humana adquiere una dimensión más global, el proyecto humano no termina con la muerte, sino que es la posibilidad que se da la misma vida para seguir viviendo, la muerte pertenece a la misma vida. La fe cristiana teniendo una irrenunciable esperanza y optimismo nos hace mirar la muerte como el verdadero nacimiento del hombre, es el momento culmen de toda una vida que está continuamente en parición,
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