06 febrero 2010
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PENSAMIENTOS NOCTURNOS
Son las 2:00 de la mañana y me encuentro en un dormitorio del hospital del IMSS y me digo: ¡que dicha tengo de cuidar a mi hermano que ha tenido un accidente y espera una cirugía! Aquí estoy queriendo ser como el búho que trabaja y vigila mientras otros duermen. Muchas veces he venido a visitar otros enfermos y auxiliarles en su lecho de muerte, a intentar consolar a sus seres queridos. Pero esta noche, no deja de trabajar la memoria del corazón, vienen a mí, las tantas veces que estuvo mi padre en estas camas y ganando una a una la batallas contra la enfermedad, aquí murió, hace diez años, acompañado de mi madre y reconciliándose con un viejo adversario y saludando en su imaginación a sus hijos ausentes.
Está silencio todo y de pronto se oye el quejido adolorido del señor que se encuentra a dos camas de mi hermano. Y recuerdo a mi padre que poco a poco se deterioró y perdió un dedo, luego dos, después una pierna, luego la diálisis, etc. Y me digo: ¡Cuánto dolor habrá en estas paredes! ¡Cuánto amor callado y efectivo guardarán las sillas contiguas a cada cama, de cuantos estuvieron como acompañantes! Yo solo llevo esta noche y la señora de enseguida lleva una semana dormitando en una silla, acogiendo en su corazón cada quejido de su esposo, poniéndose de pie para acomodar su cobija, cuando el grito es más fuerte ¿Qué más podrá hacer?
Me pregunto también ¿Quiénes han estado aquí? ¿Quiénes están aquí? ¿Quiénes reviven y mueren aquí? Sin duda son personas que trabajan en la maquila, en la mina, en el taller, en la casa. Son hombres y mujeres que dieron todo por sus familias, que se vieron deteriorados ya sea por accidentes, por el desgaste físico o por los abusos a los que vio sometido su cuerpo por el estrés, las adicciones o el trabajo excesivo. Muchos dicen: ¡los pobres están así porque no trabajan! Una buena parte de los que llegan a estas salas lo han hecho teniendo que parar sus labores de por sí excesivas y agraciadas (hoy es un privilegio tener un empleo con seguro social) y muchos han llegado aquí porque su cuerpo reventó por la carga de trabajo extenuante y mal pagada. Muchos seguramente han tenido sus dos trabajos o sus horas extras porque, al pensar de algunos, ellos tuvieron la mala idea de tener hijos y sus retoños tuvieron la mala costumbre de comer todos los días.
No es el momento de realizar análisis sobre el régimen de hospitalización, ya lo hicieron Ivan Illich desde la sociología, y Elizabeth Kübler-Ross desde la psiquiatría, y fueron muy críticos, pero palpamos muchas dificultades junto con las bondades que tiene el estar vigilado por personal capacitado. Esta mañana murió el señor que ocupaba la cama seguida a la de mi hermano, murió solo, su familia salió a buscar sangre en el intento de alargar su vida. Los moribundos en el mejor de los casos mueren con la compañía de un familiar, mueren con todos los cuidados posibles menos con calor de hogar. ¡Bueno hay quien está muriendo en su casa y sin calor de hogar también! ¿Pero quien te entiende? me asalta la pregunta.
Yo digo, ¡A todos nos toca nuestra dosis de dolor en la vida!, pero ¿y las sobredosis de dolor? ¿por qué? ¿por qué parece haber un dolor infinito a quienes no nacieron en cunas de oro? ¿Por qué algunos les llueve sobre mojado después de haberles granizado? Esos son los que vienen aquí, a ocupar sus lugares (VIP, porque es un privilegio tener trabajo con seguro, no muy remotamente a punto de perderse) para encontrar alivio ¡por amor de Dios!
¡Ya pronto va a ser navidad! Siempre hay quien pasa esas noches aquí, siempre hay quien muere en esa noche de nacimiento, siempre hay quien vigila y cuida en esa noche de familia y celebración. Incluso la sala de partos se ha iluminado en esa noche de regalos. Y me acaba de caer el veinte, ¡ese niño que esperamos en navidad! ¡ese niño encarnación del Dios-amor! ¡ese niño! ¡si ese niño nace en un hospital del IMSS! El viene y de pronto los testigos callados de su llegada son la viejita con la vejiga caída, es el herrero jodido por sus fierros, es el obrero doblado, es el minero, es el diabético, es la esposa que está perdiendo al amor de su vida.
Las enfermeras pasan de vez en cuando por el pasillo y me miran de reojo, son las tres y media, lejos se oye un grito de dolor profundo de una mujer. De pronto me doy cuenta que pasará lo que hace 2000 años: a nadie se le ocurrirá buscar en la cueva de Belén (IMSS, cueva de pobres culpables de su propia pobreza) al niño que viene a salvarnos, a la criaturita regalo del Dios altísimo. Es justamente a estos que tienen la tentación de perder la esperanza a quienes se les anuncia la alegre llegada de aquel que les comprende y se cobija en su dolor para después resucitarlo.
Tu compartir despertó sentimientos fuertes al recordar las horas que pase sentada en una silla como esa junto a mi hermana, momentos muy dificiles y dolorosos pero con pinceladas de todos los colores y cada color me llenaba de distintas emociones la cuales me llevaban por el camino de un gran aprendizaje y sobre todo de la mano de Dios. Esos aprendizajes me han invitado y motivado a ser mas sensible, mas humana, estar mas atenta al dolor de los demás y sobretodo a ser amiga y acompañante para quien me necesite, pero sobre todo a ESCUCHAR, ACOMPAÑAR, AMAR, DESPEDIR Y ENTREGAR A MI HERMANA HASTA ULTIMO MOMENTO DE SU VIDA HACIENDOLE SENTIR MI AMOR
Como siempre tus escritos, calan hondo, y profundo en el corazon. E insisten, insistentemente en volvernos hacia los excluidos, para que todo, nuestro quehacer, sea desde estas realidades que nos ubican, y nos dicen quienes somos.
Animo a continuar interpelando a la Comunidad (sociedad), como dicen aca en USA, con tus escritos.
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