17 febrero 2007
MAS FOTOS
13 febrero 2007
REPORTANDOME UN RATITO ...
No se que pasó por esta casa estos días, pero trataré de explicarlo en palabras que intentan colorear esta experiencia tan fuerte para todos, tan tremenda para mi.
No sé si fue un terremoto, un tsunami, o una aplanadora nos pasó encima, no sé si nos metieron a un cuarto y de repente nos apagaron la luz y luego los chingazos por dentro (sobre todo) y por fuera, más leves. No sé si nos mandaron una bomba inteligente que se metió a las entrañas, no sé si nos metieron a uno de esos rodillos de lavadora antigua, no sé si vino una nube y de repente se apoderó de nosotros para hacernos temblar hasta lo más hondo (jor, diría Begoña), no sé si nos metieron un vibrador por el fundillo o nos sacudieron como un árbol de naranjas para que cayeran los frutos más maduros y sobre todo los podridos. Lo que si sé es que se descubrió a bajo relieve lo adolorido que llevamos nuestro cuerpo. La herida hondísima y escondida que todos llevamos y sufrimos. Nos salieron lágrimas guardadas en las entrañas enfermas y lastimadas. A las voces que nos gobiernan internamente les pusieron lupa y volumen. Las heridas que producimos con nuestro estilo de vivir movido por el miedo y la compulsión.
Ahora solo sé, que si en algo somos solidarios todos los humanos y humanas es en el dolor y el sufrimiento. Cuantas cosas cargamos en la espalda y en la boca del estómago. Cuantos gritos reprimidos. La cadena y espiral de venganza, y cólera, de la que somos engranaje.
Todavía conservo, asco, ira, lagrimas. Pero muchas ganas de ser libre. Todavía me pregunto –Dios ¿Dónde estuviste cuando yo sufría?
Tengo esperanza y confianza que Él un día de estos me responda y le ponga un curita a mi herida tan desconocida por 30 años.
Aunque pareciera, un tanto pesimista, solo expreso esta experiencia muy personal donde pude darle chance a mi cuerpo que me expresara los muchos recuerdos que tiene grabados, reacciones desproporcionadas, mecanismos de defensa y sobre todo pude gritar mi miedo y vomitarlo.
He estado desconectado del mundo exterior a mi, un rato. Y este día nos dieron chance de un respiro. Estamos en el taller de crecimiento personal, y esta parte se llama: descubriendo y sanando mi herida. ¡Que cosa tan tremenda y tan difícil! Ahora puedo compartirles en mi propio testimonio el poder liberador que tienen las lágrimas. No soy un hombre nuevo, soy un hombre herido que espera de su creador fuerza para cambiar esta historia.
Estoy bien, no se preocupen.
04 febrero 2007
ALGUNAS FOTITOS
DE DONDE SURGÍO LA SABIDURÍA MAYA
03 febrero 2007
ORACIÓ MAYA DE BIENVENIDA
Dentro de la cancha había un circulo de sillas para todos los presentes y en el centro un circulo adornado de fuera hacia dentro: primeramente haciendo el circulo exterior vasijas pequeñas con adornos y elotes de diferentes colores y grosores, dentro de este circulo se encontraba de fondo follaje de los pinos de la casa con un verde fresco y radiante. Partiendo del centro salía una cruz maya hecha por pétalos de rosas, al norte salía del centro una columna con pétalos blancos, seguidos de un platito más pequeño con una vela grande de color blanco y rematada con uno platón de barro con tierra, la columna de rosas que apuntaba al sur con pétalos de color amarillo, rematado con su platón de tierra y en seguida con su vela de color anaranjado, la columna del oriente hecha de con pétalos rojos con su vela roja y su platón con tierra, la columna poniente de la cruz con pétalos de color morado o lila, con su vela de color negro y al final su platón de tierra. En el centro había dos velas una de color verde y la otra de color azul y de fondo un concentrado de las distintas flores. También partiendo del centro por entre columna y columna salían otras, pero de fruta rematadas cada una con una piña. Había también dos cantaritos como los que se usan para el chocolate.
Iniciamos cuando estuvimos todos ocupando una silla. Ahí una compañera del equipo coordinador, indígena de origen e identidad, nos explicó lo que haríamos. Una oración bajo la cosmovisión maya de bienvenida y apertura de la casa para hacerla nuestra durante estos próximos meses.
Se nos invitó a salir del círculo más grande compuesto de sillas, ya que simbolizaba el hogar que estábamos llamados a considerar como nuestro y en el que construiríamos nuestras relaciones fraternas y de experiencia compartida. Ahí fuera elegimos a una compañera que pediría permiso a los coordinadores del PAF para entrar. Así lo hizo y eso me llenó de sobrecogimiento y emoción. Primero era pasar con la compañera indígena que tenía un copal encendido y quemando incienso, ella nos incensaba y luego de una reverencia pasamos a tomar la mano de los que nos ofrecen este espacio sagrado de conocimiento-crecimiento. Uno de ellos nos entregaba una vela de un color distinto a cada quien y así hasta que todos hubimos entrado al gran circulo alrededor del altar del centro.
Con música de la cultura maya, producida por la marimba, las flautas y otras percusiones, la mujer indígena comenzó a incensar el circulo, después el primer par de coordinadores colocados en el oriente comenzaron a encender la vela grande del circulo, después les pasaron el fuego a los del norte y así hasta que encendieron las cuatro velas, y esto simbolizaba la presencia de Dios en la totalidad del universo expresado en los cuatro puntos cardinales. Seguidos de una reverencia, se encendieron las dos velas del centro. Se nos invitó a encender, de este fuego dispuesto para todos, nuestras velitas y colocarlas en el platón de tierra encontrados en los extremos de la gran cruz maya de flores que nos quedara cerca. Era nuestra presencia llamada a encenderse y conectarse a esta fuerza que mueve, regenera y enciende todo. Era la expresión de la bienvenida de Dios a este espacio suyo de vida siempre nueva.
Después nos ofrecieron un platito como los que estaban en el círculo del centro para servirnos una bebida de muy buen sabor. Pero no había que tomarla toda solo nosotros sino que había que compartirla a los demás; y así todos recibimos el buen sabor de los demás. Así tiene que ser este “otro mundo posible”. Con la música del Rey Quiché se nos invitó a danzar alrededor del gran altar, cada quien con su propia forma y ritmo. Al finalizar nos dimos un fuerte abrazo y nuestro buen deseo y nuestro buen decir.
Oración simbólica, oración viva, oración cósmica, rodeados de hermosos y enormes árboles y de una frescura ambiental.
EL PRIMER DIA
Inmediatamente Conchita me ubicó en donde sería mi cuarto y me ofreció cena. Dejé mis cosas y después fui a cenar y platiqué un momento con ella. Le pasé los saludos que le había enviado Eduardo y rápido se acordó de él. Pregunté por el plan del día siguiente y me informó que era libre hasta las 7:00 p.m. que era la cena de ingreso.
Después de la cena me propuse acomodar lo más posible mis cosas para disfrutar de la casa al día siguiente. Mi acomodo duró hasta las 2:00 a.m. Recordé que ha sido en los lugares nuevos en los que me ha tocado por gracia estar: en el seminario aquel 1 de septiembre de 1995, aquel 10 de septiembre del 2003 en Fronteras, en aquel 10 de julio del 2005 en Pitiquito.
Fue un gesto casi ritual, un sacramento de acoger en mi corazón el lugar que será mi hogar por algún tiempo. Darle mi forma y mi estilo. Repasar las cosas que había traído. Intuir como serán los días y los meses siguientes. Como será el día que abandone este paraíso. También volver a recrear caras y momentos que dejé. Por un momento el peso de 4 meses y medio se posó en mi cuerpo y casi me regreso, por vida de Dios.
A las dos de la madrugada cambié la hora de mi despertador y lo adelanté una hora, pues, aquí tenemos la hora similar a la Cd. de México. Luego cogí el sueño y me perdí definitivamente en el sabroso colchón de mi cuarto.
Al día siguiente sonó el despertador a las 7:00 a.m. y luego a las 7:10 a.m. y al final a las 7:20 a.m. y mi cuerpo no resistió el peso de la gravedad que me unía a la cama. Desperté dispuesto a todo a las 10: 00 a.m. lueguito me puse guapo y me fuí al comedor porque el horario marcaba algo que se llama “refacción” que es simple y sencillamente un refrigerio, un entremés, una comida medio en forma entre horas.
Me eché un café, obligatorio para mí, y un poco de fruta. Posteriormente me propuse a conocer la casa por sus pasillos tanto en el bosque repletito de pinos, altos hasta el “gorro”, tomé fotos y luego me dirigí a mi cuarto para terminar de acomodar las cosas pendientes. Me eché unas páginas de un buen libro hasta llegar la hora de comida, que en horario de Sonora es a las 11:30 a.m.
Comimos y, ahí, conocí a Vegoña, Donata y Zaira, la primera: una compañera laica que trabaja en la animación misionera en Bilbao, en el País Vasco, España; Donata quien es religiosa italiana de las hermanitas pobres de Carlos de Foucould que trabaja en Chile y Zaira religiosa venezolana que trabaja en Guadalajara, Jalisco. La conversación giró de entre las expectativas del curso, hasta datos de cómo salir y llegar al centro de Guatemala. Hicimos las preguntas correspondientes y “fierro pa Juárez”, solo lavarnos los dientes y coger algo para cambiar nuestras monedas a Quetzales.
Estuvimos esperando el autobús que nos llevaría a nuestro destino, algo así como el viaje de la vida que nos lleva a todos al mismo lugar y lo que es fundamental es la actitud con la que viajas. Nosotros, en ese lapso escuchamos unos chistes de Zaira, mujer muy sencilla y harto simpática. En eso salió un carro muy elegante y su tripulante nos ofreció un aventón. Nos fuimos nosotros cuatro más Paul sacerdote jesuita de Brasil y Elena franciscana también de Brasil. Para esto el carro traía copiloto, así que nos fuimos como sardinas recorriendo la calle Rooseevelt para llegar a un banco (Banco de Cuscatlan) donde cambiamos algunos dólares. Después de ahí partimos a una papelería donde algunos adquirieron enseres propios para tomar apuntes y para la computadora.
Nos pusimos en camino a encontrar un lugar propio para conocer la cerveza guatemalteca. Entramos a un restaurante de buen estilo, donde bebimos de una rica cerveza “Gallo” a solo 22 Quetzales (el precio es muy similar porque son tres dólares y cacho) y seguimos en los comentarios y esperanzas de este curso.
Luego, la platica pasó, dominada por Donata y Vegoña, sobre los trabajos de economía solidaria tanto en Chile como en España. Fue un momento grato escuchar a Donata contar sobre su compromiso con los trabajadores agrícolas de temporada de la uva. Y el desenmascaramiento de la mentira que muchos ocultan sobre la bonanza de la macroeconomía chilena. Nos contó sobre algo ocurrido el día anterior a su llegada a Guate: una compañera suya había sido despedida por pedir agua suficiente y limpia para beber en el trabajo. Vegoña una mujer acelerada y ardiente en su platica y en sus gestos, algo muy propio de los vascos (la neta no conozco a ninguno, pero algo se de ellos, imagínense de ahí es la ETA). Vegoña estuvo trabajando 7 años en Ecuador en su trabajo de misión promovido por la diócesis de Bilbao.
Después de este grato momento, nos encaminamos para el regreso, el pedo fue encontrar la calle o carretera que nos llevara a Antigua y luego encontrar el camión que nos llevara a Satélite.
En la noche antes de la cena nos congregaron para dar algunos elementos, cenamos y luego vino la presentación del curso para después ofrecer algunos de nuestros generales a los demás. Grupo muy variado y muy notable en algunos de ellos su compromiso y su búsqueda de “otro mundo posible”.
En el curso estamos un poco más de 50 participantes variados tanto en origen como en denominación y trabajo pastoral.
Hay presentes hermanas y hermanos provenientes de EUA, Colombia, Honduras, Chile, Brasil, Republica Dominicana, España, Ecuador, Perú, Nicaragua, Salvador, Inglaterra, Argentina, Panamá, Polonia, México y Guatemala. Pero algunos tienen orígenes distintos: Micheline que vive en Panamá pero es del Congo Belga, algunos españoles que viven aquí en Centroamérica, Juana que es del Japón radicada en Perú, Héctor sacerdote redentorista que es Puerto Rico y presta sus servicios en Rep. Dominicana.
El equipo que coordina el grupo está integrado por algunos sacerdotes y laicos. El mismo director del Instituto es Vinicio laico casado, persona altamente agradable y sencilla. Basilia Girón que es indígena Maya, todas personas muy dispuestas a su ministerio de acompañarnos.
MIKE
COMPARTIENDO Días previos y las primeras impresiones...
Los días 24 y 25 de enero tuvimos las celebraciones de la conversión de San Pablo en el centro que tiene el mismo nombre. Disfruté el pequeño taller sobre san Pablo con las doñas y la celebración del mero día 25. Ahí comencé a despedirme de aquella gente hermosa que está intentando comprender en comunidad el proyecto de Jesús y construir su Reino.
Viernes 26 habíamos programado un pequeño concierto con el grupo Mixtli para presentar el trabajo que preparamos durante el último mes. Pero hubo una fiesta preparada por los grupos de la comunidad donde compartimos la música y los chistes, la comida y el dialogo comunitario. Cuantas cosas hermosas siembra el Señor entre la gente que se quiere. Los jóvenes me regalaron una carta muy bonita que conservo. Se prepararon muchas botanas para todos los que fueron. Claudio y yo nos dimos cuenta de lo grande que es nuestra familia, es decir, con los que hemos podido hacer lazos de cariño y confianza. Fue una noche inolvidable, por lo menos para mi. Al principio creí que la multitud era para el concierto pero luego descubrí que nos acompañaban a Claudio y a mí por esta nueva etapa.
El fin de semana 27 y domingo 28 me quedé en Pitiquito para celebrar la Eucaristía con esta comunidad que me ha regalado su cariño. Tuve oportunidad de estrechar la mano amigable de muchos y muchas. Me conmovieron las lágrimas de algunos y algunas, y yo mismo hice un esfuerzo enorme por contener mi emoción por la despedida.
La partida
Lunes 29 nos levantamos tempra para ir a desayunar en casa de Toñete y luego terminar algunos detalles para no dejar nada pendiente (que ilusos, todo me queda pendiente: la gente, el proceso comunitario, la amistad, el agradecimiento, el futuro...)
Fuimos a algunas casas a despedirnos y a la una partimos para Atil y luego a Nogales.
Fue un viaje agradable donde como en muchas ocasiones estuvimos rumiando muchos acontecimientos que han ocurrido y nos han ocurrido. Yo sentía que dejaba el alma en aquel pueblo. Ya esto la había sentido el día que me fui de mi casa al seminario. Los cambios han sido dolorosos para mí. Ahora era partir a Guatemala cuatro meses y medio y después una incertidumbre que me deja en la angustia.
Después de algunos mensajitos por teléfono nos dispusimos a cruzar la frontera. Era la primera prueba con el Imperio. De momento me paniquié, porque alguna vez no entregué un permiso y luego pensar -¡¿y si no me dan permiso?! Desde luego yo llevaba hasta las huellas que hacemos en el kinder para comprobar mi residencia. Dejamos el carro en la Parroquia de la Purísima y fuimos al departamento de permisos. Llegamos y a hacer fila. Mi pensamiento oscilaba en la gente que dejaba de ver: mi familia, mis amigos, los chamacos y el temor que me imponía la prepotencia gringa.
Hicimos fila un buen rato y justo cuando nos tocaba el turno el pinche gringo se fue a lonchar: salió con una bolsita, entro a una oficina del supervisor y luego salió hacia fuera. Nos tuvo como media hora, ahí me fije en los sistemas contra incendios en los letreros, en los nombres de los oficiales, en sus pistolas, en la gente detrás de mi. Mis documentos les di como tres revisadas más para ver si no me faltaba, platiqué con Claudio. Por fin llegó el güero y nos hizo pasar.
-¿A dónde van?
- A Phoenix. -¿a que?
– Él va a viajar a Guatemala y voy a dejarlo al aeropuerto.
- Está más cerca hermosillo ¿Qué no?
- Hijo de la chingada –me dije yo-
- Si pero aquí es más barato –dijo Claudio-
Me dispuse a sacar cuanta copia traía, hasta la foto de la primera comunión y comencé a desfajarme para que vieran que no estaba circuncidado. Y lo demás transcurrió como la ley gringa: ponga un dedo aquí, el otro y luego la fotito y ya. No me pidió nada el cabrón. Nos fuimos lo más rápido que pudimos para que no se arrepintieran.
Fuimos por el carro y al momento del cruce con la canción que ibamos oyendo le dije a Claudio –Tú que eres poeta ¿cómo formularías este momento? A lo que él rapido armó una frase que me emocionó -¡Estamos penetrando el imperio de la mano de una voz rebelde! Y siendo congruentes con nuestra intención, pélale para el Wall mart (jajaja) para hacer unas compras de última hora. Y luego para Tucson. Llegamos como a las 9:30 p.m. y en lo que duramos buscando un hotelito barato se nos llegaron las 10:30 p.m. dejamos el ropero que llevaba de maleta y a buscar comida. Todo estaba cerrado ya. Llegamos a un lugar donde vendían alitas de pollo enchilosas y apenitas tragamos algo y fierro pa’ tras.
Martes 30 de enero. Nos levantamos tempra para ponerle a Phoenix y llegar con tiempo al Aeropuerto. En Phoenix llegamos a casa de la hermana de Claudio y fue la capacitación para navegar por la capital de Arizona y así llegar al enorme aeropuerto. Llegamos a las 11:00 y cacho allá e inmediatamente a registrar el equipaje y fue otra prueba que me atemorizó por las inspecciones que pudieran impedir llevar algunos recuerdos.
La señorita que nos atendió miró el ropero y peló tamaños ojos y dijo en su deficiente español eso está muy pesado - ¡a la madre! –pensé yo- La pusimos en la bascula y su rostro mostró desaprobación, -¡no, no pasa! -¡Chingale! –dije a mis adentros- Ella inmediatamente se puso en acción y me trajo una nueva maleta y me dijo que una tenía que pesar 50 libras y la otra 40. Y así me dispuse a vaciar cosas de una a la otra. Me dio pena tener que sacar, los dulces de tamarindo, el frasco de chiltepines molidos, algunos pantalones, efectos personales de limpieza, mis tenis, una gorra de pitiquito, una botella de tequila, un paquete de discos compactos, mis medicinas, no saqué la Biblia por que esa si la devuelvo con el Claudio. Y Cuando él (Claudio) me vio sacar un morral me dijo –¡¡Vas a llevar estampitas a Jerusalén!!- y así que ese no me lo llevé. Estuvimos realizando lo políticamente correcto hasta que calibramos los pesos según las indicaciones. Créanme que me puse a sudar. Inmediatamente después de eso pusieron nuestras etiquetas, me cobraron mis respectivos 40 dólares por no querer extrañar mi tierra (ya ni la chingan, estos lucran con el dolor ajeno), y a la banda y yo -¡uff! suspiré porque habíamos pasado la otra prueba.
Ya Alfredo, mi otro compañero, nos estaba esperando con su familia y para eso ya mis tripas se habían pegado a la columna y lo que seguía era buscar un lugar donde tragar, pero había solo una pequeña tiendita que vendían chuchulucos y tortas desabridas opté solo por un juguito. Ahora a esperar hasta la 1: 30 p.m. para entrar en la sala interna de abordaje.
Llegó la hora como irremediablemente llega y Alfredo se adelantó y yo me quedé con Claudio y cuando éste se alejó, de momento me quedé solo y, de nuevo sentí que se llevaba mi alma y yo era un robot que se movía a un destino programado.
El viaje
Entramos a la fila para checar el boleto de abordar, otra vez el corazón me palpitó con fuerza. Ya no estaba mi “traducidor”, como dijo un señor de Santa Matilde y ahora con mi ingles nuevo, porque casi no lo uso, me dispuse a enfrentar al imperio con su prepotencia.
Primer chequeo, revisión de pasaporte y pasaje y fierro pa delante. Luego en la otra fila a quitarse los zapatos y todo lo de metal. -¡Pinche piso frio!- balbucie con un perfecto español. Me toco el turno, pasaron las cosas por la madrola de rayos X y cuando me iban a revisar el cuerpo, un chota gringo del otro lado de la rayox madrola, empezó a gritar: de quien es esto? y era mi compu, yo desde atrás empecé a gritar en tremendo lenguaje anglosajón “its main” no me entendieron porque no pronuncié la apostrofe. Si hubiera dicho “it’s mine” quizá hubiera sido otra la historia. En eso estaba cuando un viejito cara dura me dijo -¡You here! A lo que me apuntaba a un cuartito de cristal sin techo y abrieron la puerta y me preguntó –Do you speack english? y yo le dije –No. Me preguntó cuales eran mis cosas y las recogieron y me llevaron a otro cuartito donde me revisaron profundamente, le quise decir, que primero fuéramos a tomar una copa, pero no me quise exponer a lo peor. A mis cosas las revisaron y les pasaron un trapito, como los que se usan para limpiar lentes pero más pequeño, y luego los pasaron por una maquina como de las que usan en CSI Miami y al ratito me dieron mis zapatos y yo a punto del catarro me dije -¡que mamilas estos cabrones! De repente oí que dijo una señora –It’s clear y me dije a mi mismo -¡que te cuesta pronunciar la apostrofé cabrón, mira en que líos te metes!
Me puse mis zapatos nuevos que me regaló mi a má de la Coppel con olor al talco O-dolex y a seguir la ruta. Llegamos a la sala (gate en ingles, el único gate que conocía era el PEMEXGATE) y a esperar con ahínco que abrieran la puerta para salir como el “pajarito” (el toro aquel que voló, ¿se acuerdan?). Se llegó la hora y el último suspiro me salió sin pedirme permiso (y no era un pedo, que quede claro).
Llegamos al asiento que nos tocó en el avión de la compañía “continental” (pero con acento en la i) y cuando ya estábamos los tres vecinos me sentí como en los camiones de “Trastornos Muerte de Sonora”, pues para poder respirar había que quitarse una prenda de ropa y ponerse de acuerdo con los otros dos (yo iba en el 7 E en medio). El viaje duró dos horas y ratito, (no se a que altura anduvimos pero duró más de media hora en ir bajando y para eso pasamos dos capas de nubes) y tuvo tres momentos, uno muy leve donde intenté dormir, otro donde me fui leyendo y otro donde intenté platicar con la gringa que iba a mi izquierda, pero me mandó a la goma cuando oyó que no pronunciaba la apostrofe.
En un ratito que despegué la mirada de un libro de Leonardo Boff que tenía pendiente (me dije en una creatividad tremenda, originalidad sin igual -¡voy leyendo en un avión del imperio de la mano de un hombre rebelde!) y en eso pasó una señora de las que se llaman “sobrecargos” ofreciendo unos audífonos y me dije - ¿Qué es esa madre? y le llamé y me dijo –Do you speak english?- y yo le dije –No- y me dijo como pronunciando el oráculo de Delfos –Son cinco dineros- me sonreí a mis adentros y me dije -¡no mames! a lo que traducido a “res expresa”, como dirian los medievales, le dije –No gracias. Los audífonos eran para oír lo que en el televisor aparecía: una de esas series mamilas gringas.
Llegó el momento más esperado del viaje: la tragazón, como diría el buen Félix Palencia; pasaron las señoritas con su carrote por el centro del avión diciendo no se qué a lo que traduje con intuición husserliana: que si que queríamos. Yo le dije –Do you have beerrrrrrrr? Y me dijo –ehh?-; - Beerrrrr- le dije yo. Y creo que me dijo que no. Y pensé a mis adentros -¿Cómo se dice “Coffe and donas” en ingles? Y a lo que en actitud dialogal terminé nuestra fecunda conversación diciéndole “couck” con do de pecho. “Ni modos” el primer viaje en avión que no tomo una cool beer bien helada. Me dije -¡Por esta vez el imperio ganó!
Nos dieron una bolsita pichurrienta de galletitas saladas, esas que parecen llaves de lucha libre. Me comí mis cuatro galletitas y a seguir leyendo.
Llegamos a Houston, Texas, y en cuanto paró el avión todo mundo se levantó de estampida y me dije: -¡no era yo, el único, que no podía respirar!
Nos bajamos rápido, y la esperanza que teníamos de ensanchar el abdomen con aire y comida de disolvió pronto al ver que algunos compañeros en pro de la lucha por el oxigeno del avión anterior estaban haciendo fila en la sala del otro avión. Nos acercamos y preguntamos a un grupito de viejitos parlanchines ¿que si que pedo? Me habló de una manera tal que yo concluí, ¡este pobre o tiene hemiplejia, o Alhzeimer y se le olvidó hablar! Luego rápidamente carburé y le dije en mi ya calentado ingles –Do you speak english- (ahí no usé apostrofe ¡gracias a Dios!) y me dijo –Frensh-
Me acerqué a uno de los atendedores del mostrador ¿que si que rollo? y me dijo –es para checar sus permisos y pasaportes y abordamos en 15 minutos. Rápidamente hicimos lo correctamente posible y nos fuimos a buscar algo para apagar lambre que nos mataba. Llegamos a unas hamburguesas y cuando toco el turno le dije entrado ya en rápido ingles –Number one- y me contestó –With Cheese- y le dije -¡se, se, se! y dialogué conmigo mismo -¿Qué son 45 centavos más? A la hora de pagar me dijo el negrito que me atendió – Fa ei- Por poquito le decía: -no, yo no canto en Fa, mi tesitura de voz me pide cantar en La o en Re- pero ya traía el cerebro a 100 grados centígrados y rápidamente le saqué 5 dólares con 25 centavos y nomás los cogió, me devolvió mi cambio y no hubo más pedo. Nos comimos la hamburguesa en 5 minutos y luego fierro para hacer fila pal otro avión.
Ya estando en el otro avión, que no era diferente al anterior en cuanto a la lucha por el vital gas, nos fuimos más holgaditos porque no había un tercer pasajero. Pasó la sobrecargo entregando audífonos como cuando pasan los muditos en los camiones entregando una hojita diciendo que no hablan y que necesitan una ayudita. Y me dije –¡a mi no me chingan!- y no los abrí hasta no asegurarme que estos no costaban 5 dineros, --¡si 5 dolares es un chingo, 5 dineros ha de ser más!- inferí. Estos eran para oír el audio de una hermosa y maniaca película llamada “La casa del Lago” con la preciosa Sandra Bullock (mamacita).
Pasaron con unas hojitas que teníamos que llenar para migración de Guatemala y para la aduana. Las llenamos y luego vino la cena que consistía en una torta de Turcky y una ensalada. A la hora de la bebida, no quise perder otra oportunidad y vino la misma pregunta -¿Do you have a beer?- a lo que ella contestó afirmativamente, entonces yo entoné un mantra estilo negro espiritual -¡yes!. Pero antes de servírmela me dijo –Cuesta 5 dólares. Ciertamente nos habían regalado los audífonos pero que forma tan vil de cobrárnoslos.
La llegada
Y así llegamos a Guatemala a las 10:10 p.m. (habiendo salido a las 2:30 de Phoenix) como teníamos previsto. Aquí los pasajeros no saltaron como si se tratara de la silla eléctrica. Pasamos los pasillos adornados con fotos muy bonitas de lugares y expresiones de la cultura guatemalteca. Llegamos a emigración y la chica que me atendió no levantó la mirada solo puso un sello en mi pasaporte. El primer sello en mi larga vocación de peregrino apenas iniciada. Y luego a recoger las maletas. Nos paramos en la primera banda y allá afuera vimos que unos compas le echaban un xprei a algo de la misma (banda) y terminaron diciendo en bello acento guatemalteco, -por la otra caballero-. Nos pusimos en la otra que era la última y a los 10 minutos comenzaron a rodar las bandas. Pasaron las primeras maletas y muchos recogieron las suyas y había unas bolsotas de mezclilla que dieron como 5 vueltas (eran de ropa de fayuca me imagino yo) y las nuestras ni sus luces. Luego se paró la banda y dije -¡mmmta madre! otros 10 minutos y comenzaron a rodar. Al fin aparecieron los sarcófagos de Tutankamon y de momento me volvió el suspiro acompañado de palpitaciones al volver la mirada hacia el agente aduanal. Cargadas mis dos maletotas, mi mochila y mi compu, me dispuse a ir a su encuentro y éste solo me recogió un segundo papel que habíamos llenado y fierro pa lante.
Los siguientes pasillos estaban adornados finamente de pobreza y olvido. ‘Tan mejores las centrales de autobuses de nuestros pueblitos de Sonora que el aeropuerto internacional de Guatemala. Ya hasta creí que me dirigía a las celdas de barandilla del ayuntamiento.
En eso al encontrar la salida, a lo lejos vi a un señor bajito y simpático que tenía un letrerito que tenía una cruz y decía en mayúsculas ICE – CEFAS, -¡ya chingamos! Era Eric, taxista enviado por los del curso para recogernos. Platicamos, le hicimos preguntas, nos llevó a comprar algunas cositas. Le preguntamos el tipo de cambio y al fin llegamos a nuestro destino. A una bella casa ubicada a 19 Km. del centro de Guatemala. Y aquí estamos... Creo que me está llegando el alma a retazos.
Nos vemos luego.
MIKE